Mira estas fotografías. Te diré que pertenecen a un reportaje de un fotógrafo de prestigio.
Te pido ahora que intentes imaginar cuál puede ser el tema del reportaje.
Hace pocos días alguien me comentó sobre un fotógrafo que estaba apoyando una campaña para ayudar a las personas sin hogar en alguna ciudad de Estados Unidos. Su aportación al proyecto era hacer lo que mejor sabe hacer: fotografiarles; y, de esta forma, ponerle rostro al problema, acercarlo más a la gente. Ese fotógrafo se llama Martin Schoeller, y éstas son algunas de las fotografías de las personas sin hogar que hizo para la campaña. ¿Lo hubieras imaginado? Eso fue lo que más sorprendió a la persona que me habló del reportaje: "Si no lo sabes, no puedes imaginar que estas personas son indigentes. Los retratos están hechos de tal forma que dignifican a la persona".
Mientras reflexionábamos sobre esto, a mi mente acudió rápidamente una frase de Eugene Gendlin, filósofo y psicoterapeuta humanista, impulsor del focusing (una terapia corporal heredera del legado de Carl Rogers): "Dentro de cada ser humano hay alguien que quiere vivir". Puede que haya otras partes en la persona: confusas, contradictorias, frustrantes, autoboicoteadoras, depresivas y/o un largo etcétera. Pero hay una parte de la persona, una naturaleza intrínseca al ser humano, que lucha por Vivir (y pongo ese vivir con mayúscula, para diferenciarlo del "sobrevivir" con el que con frecuencia nos conformamos) .
A menudo, cuando trabajo con personas con problemas de salud mental, o simplemente con personas que están pasando una mala racha de su vida (depresiva, autodestructiva o lo que sea) siento una alegría enorme cuando, entre los nubarrones, vislumbro con toda claridad ese sol reluciente que pugna por salir, esa parte de la persona que está muy, pero que muy cuerda; esa parte que ama la vida y se aferra a ella como su mayor tesoro; esa parte que en medio de la confusión sabe mucho sobre lo que quiere y no quiere para su vida; esa parte capaz de seguir luchando por vivir aun cuando parece que no quedan fuerzas. Es esa parte sana que tira hacia la Vida. Considero que mi trabajo ( y el de todos los que tienen el privilegio de trabajar con personas en lo terapéutico, lo social o lo educativo) es ser capaz de poner ante mis ojos un objetivo como el de Martin Schoeller, capaz de ver a la Persona que late debajo de sus circunstancias adversas; a la persona que necesita ayuda, pero es mucho más que sus problemas (como también diría Gendlin). El trabajo consiste precisamente en ayudar a la persona a potenciar esa parte sana que existe en TODA persona por el mero hecho de serlo, ayudarla a ponerse en contacto con ella, escucharla y dejarse guiar por su fuerza que tira hacia lo sano; hacia lo que, desde el fondo de sus entrañas, desde su ser más auténtico (libre de "deberías" y condiciones para ser aceptada) necesita y desea esa persona. Esa parte estará más o menos fuerte y boyante según lo que a la persona le haya tocado ir viviendo a lo largo de su vida. Pero está. Está. No hay que dudarlo ni un momento.
Entender esto tiene serias consecuencias. Hace cambiar las expectativas sobre la persona. Porque si esta persona además de esquizofrénica, depresiva o bipolar es "alguien que quiere vivir", si de verdad tiene una pulsión saluble en su interior, entonces tiene sentido preguntarle cómo quiere hacerlo y cuál considera que es el mejor camino para cumplir sus sueños. Y porque si es algo más que sus problemas, quizás podamos mirarla de tal forma que ambos lleguemos a olvidar (por lo menos la mayoría del tiempo) su "etiqueta diagnóstica", porque a buen seguro no la define en su individualidad, ni por supuesto tiene en cuenta esa parte sana (porque sólo define los aspectos en los que se aleja de ella).
En fin, gracias a Martin Schoeller por demostrar que la Belleza está ahí, incluso donde las circunstancias parecerían capaces de hacerla salir espantada. Está ahí: sólo hay que mirar de la manera adecuada.
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