sábado, 26 de septiembre de 2015

Princesa Disney busca empleo

Pixar me ha proporcionado grandes ratos de diversión en los últimos años. Sin embargo, cuando vi el tráiler de la última película que estaban preparando, hace algo más de un año, ya sospeché que, además de diversión, esta película tenía bastante más que aportar. O al menos tenían la oportunidad. Parecía que las princesas Disney se iban a quedar esta vez condenadas al fondo de armario.




Pocos días después de su estreno, salí del cine satisfecha: Inside Out (o Del revés, en un intento de traducción al español que suda por hacerle justicia al original) había cumplido mis expectativas. Aunque se presenta como una película infantil, los niños de siete años posiblemente salgan con una sensación de haberlo pasado bien y haber visto una película de aventuras (un poco deslavazadas, porque entiendo que para ellos es difícil encontrar la conexión entre lo que pasa “inside” y lo que pasa “out”);  ahora, el adulto que se propusiese llevar a los niños al cine a pasar un rato entretenido se encontró de bruces con dos oportunidades:  una más de corte intelectual, ya que la película te cuenta en hora y media, a base de dibujitos y sin que te pispes, entre otros conceptos psicológicos, algunos de los elementos básicos de la teoría de las emociones de Greenberg; y por otro lado, salvo que estés hecho de material mineral de primera calidad y dureza, te hace llorar de principio a fin.

Analicemos un poco más estas dos oportunidades que nos brindan estos magos de la animación que, no me cabe duda, han buscado estupendos asesores expertos en psicología para hacer esta película:

-Leslie Greenberg es un señor ingeniero que, según cuenta la leyenda, iba a matricularse en el doctorado en ingeniería y una fuerza irrefrenable hizo que se “equivocara” de puerta y se matriculara en el doctorado en psicología. Así, con el tiempo, este señor ingeniero desarrolló una teoría sobre las emociones que está ahora más que en boga en el mundo de la psicoterapia humanista. La desarrolló, eso sí, con mente de ingeniero: sistemática  y ordenadita, toda ella cuadra por todas partes; hay profesiones y formaciones que imprimen carácter…  Pues bien, los personajes de colorines que aparecen en “Inside Out” no son más que emociones básicas de la teoría de Greenberg: alegría, tristeza, ira, asco y miedo. Y, tal como la película nos muestra, tienen la misión de reaccionar ante lo que nos sucede para así orientar nuestra acción. Todas ellas, todas (incluso las que nos resultan desagradables), son necesarias para tomar las mejores decisiones. De hecho, en la película el lío empieza porque a una de ellas la dejan un poco margi y… no desvelaré nada más pero, si rechazamos o queremos enterrar alguna de nuestras emociones antes de prestar la suficiente atención a lo que nos está diciendo, la cosa no va a ir nada, pero nada bien. Tampoco irán bien las cosas si alguna emoción se nos queda atragantada, atascada sin ser superada. Se convierte en una emoción desadaptativa (que no ayuda a la adaptación, vaya, sino que nos la dificulta). También lo son aquellas que no son congruentes con la situación (se me muere un perro al que adoro, pero doy botes de alegría) o son desproporcionadas (tengo un miedo paralizante al tener que hacer una pregunta en público). Y es que las emociones desadaptativas vienen de lugares  poco sanos y un poco oscuros, de situaciones traumáticas que no se resolvieron correctamente (por ejemplo, en alguna situación me avergonzaron en público y no lo he superado). ¿Cómo saber si una emoción es adaptativa o desadaptativa? Pues compárala con un mensajero: llama a la puerta de forma espontánea y dicharachera, trae un mensaje y se va. No se te queda en el salón tomando el té ni aburriéndote contándote su vida. Si lo hace así, vas a llamar a SEUR para que le den un toque, ¿no? Pues con las emociones lo mismo. “Nenas, dejadme aquí  el paquete y piraos, que lo poco agrada y lo mucho enfada”, sería una guía rápida del usuario de las emociones adaptativas. Y aplicándome el cuento a mí misma, de las emociones secundarias os hablo en otro post, que así, además, os dejo ansiosos de saber y me leéis con más alegría (emoción primaria adaptativa, espero).

-Respecto a lo de llorar a moco tendido de principio a fin de la peli, supongo que requiere un cierto grado de sensibilización en el espectador. He analizado mucho qué es lo que me hizo llorar tanto, y creo que es el ser consciente de cómo las emociones que han suscitado las experiencias vividas han contribuido a configurar mi personalidad. Uno se da cuenta de cuáles son sus propios “recuerdos esenciales”, y cómo son algo sagrado, un tesoro tal que nos hace quienes somos; y cómo de doloroso resultaría desprenderse de esas partes de nuestra historia que nos configuran: sería tan doloroso como perdernos a nosotros mismos. De hecho, toda crisis vital es dolorosa (por más que muchas veces sean muy saludables), porque nos pone en la tesitura de desprendernos de partes tan nuestras como nuestros dedos o nuestras orejas. Inside Out es también una película sobre esa gran crisis vital que es la adolescencia (más bien la preadolescencia según la película, pero ahí le anda...), en la que se da una gran parte del parto de nuestra identidad adulta, de nuestra personalidad; y sobre cómo cuando grandes cambios llegan a nuestra vida nos pueden poner en jaque.

En fin, que sí, que la recomiendo. Y que me parece una buenísima noticia que los creativos de Pixar se hayan decidido a vaciarnos por un rato las pantallas mundiales de princesas 90-60-90 y nos brinden la oportunidad de conocer y reflexionar un poquito sobre nuestras emociones y  sobre qué es lo esencial en la identidad de cada uno de nosotros; y de que a nuestros niños y niñas eso de las emociones como algo importante les empiece a sonar desde ya. Padres y tíos incautos que lleváis a vuestras criaturas al cine: abrochaos el cinturón, que va a haber más que dibujitos (ah, y no olvidéis los clínex).