martes, 31 de mayo de 2022

Arándanos, amaneceres y otras medicinas para los afectos

Una de las muchas cosas que hace que en mi trabajo clínico me encaje la perspectiva humanista es que uno de sus principios me permite mantener en armonía dos facetas propias que, desde que me decidí a ser psiquiatra, me di cuenta que el mundo se empeña en demasiado numerosas ocasiones en mantener disociadas, e  incluso enfrentadas: el mundo de lo biológico y el de lo psicosocial. Esto fue una sorpresa para mí, viniendo de ser previamente médico de familia, porque en esa otra especialidad tenemos claro que lo biológico, lo psicológico y lo social están en la realidad profundamente entretejidos. Una de las características fundantes de la perspectiva humanista tiene que ver con la visión holística, integradora, el tener en cuenta al organismo como una unidad cuerpo-mente. 


Es posible que cuando decimos “holístico” nos vengan a la cabeza establecimientos llenos de incienso y retiros donde se sirven comidas impronunciables; pero mucho más allá de eso, “holístico” está etimológicamente formada por raíces griegas y significa  "relativo al todo, no solo a parte del problema o cuestión”. ¿Y esto qué es en Salud Mental? Es abrazar las varias facetas de los que son factores causantes, precipitantes o consecuencias de los problemas de salud mental. Y también de sus soluciones. Esto es, su parte biológica, su parte psicológica y su parte social. 


Se podría hablar largo tendido del modelo biopsicosocial en la salud en general y la salud mental en particular. Pero hoy lo que vengo es a presentar un aspecto relativamente novedoso en el tratamiento de los problemas graves de la esfera afectiva. Se trata de una nueva perspectiva que está surgiendo, y que se cuela por entre esos puentes que se tienden entre lo biológico y lo psicosocial. Cuando hablamos de tratamientos biológicos para el trastorno mental grave, lo primero que nos viene a la cabeza son blísters llenos de pastillas, o aparatajes de algún tipo. Pero  este enfoque que vengo a presentar hoy es mucho más discreto en su presentación, y sin embargo no tiene nada que envidiar al pastilleo en su fidelidad a la evidencia científica. Tiene muchos menos efectos secundarios y resulta mucho más orgánico que esas otras cosas con las que ayudamos a nuestro organismo, pero que, sin desdecir ninguna de sus bondades (Dios me libre de renegar de la medicación para los casos que la necesitan), resultan bastante más amigables. Me estoy refiriendo a un enfoque que trae a la palestra cambios en el estilo de vida para mejorar la salud mental.


A todos nos suena aquello de que “somos lo que comemos”, pero quizás no tenemos tan claro que la evidencia científica tiene ya bien identificados los alimentos que son de ayuda para cuidar nuestra salud mental. Todo el mundo empieza a tener entre su lista de aplicaciones del móvil una que bloquea la luz azul, pero quizás no todo el mundo sepa que a los pacientes con trastorno bipolar en fase maníaca se les puede ayudar a acortar su estancia hospitalaria e incluso evitar que acaben en el hospital proporcionándoles determinadas gafas; quizás todo el mundo haya oído aquello de que “a quien madruga Dios le ayuda”, pero mucha menos gente sabe el fundamento científico que hay detrás de esta frase; y quizás aún vibras con la canción del verano pasado, pero no tienes claro qué puede aportarle una determinada lista de Spotify a una persona con depresión grave. 





Un fantástico libro que he descubierto recientemente, escrito por el Dr. Chris Aiken, a quien adoro profesionalmente sin conocerle más que por sus magníficos podcast, artículos y libros, y que es experto en trastornos afectivos, se dedica a desgranar punto por punto todas estas estrategias de estilo de vida que tienen evidencia científica de calidad para tratar y prevenir las recaídas de los trastornos afectivos. ¿Su título? No está traducido al castellano, pero si lo estuviera sería: “El libro de actividades de la depresión y el trastorno bipolar: 30 maneras de levantar tu ánimo y fortalecer el cerebro”. Está concebido como un libro para profesionales y proporciona información y materiales para trabajar de forma práctica con los pacientes. 


Mi impresión tras conocer este enfoque es que ya no se trata sólo de recetar pastillas o hablar de temas profundos y conflictos psíquicos (que ambas cosas tienen su muy merecido lugar y deben seguir teniéndolo para que el tratamiento sea realmente integral). Con este enfoque llegan “refuerzos” en esta batalla por mantener la mente a flote. Y, aún más, toda esta nueva perspectiva no sólo tiene un enfoque de tratamiento, sino también preventivo. Y no sólo para las personas con enfermedad mental, sino que, en línea con la visión dimensional de la enfermedad mental, reflexionar y hacer cambios en todos estos hábitos de vida nos viene bien al común de los mortales. 


Y todo este preámbulo es para anunciar que en próximos post de este blog tengo intención de ir desgranando poco a poco cada uno de estos hábitos que pueden ayudar a mejorar o mantener la salud mental. Hablaremos de música, de té, de luz azul, de amaneceres, de despertadores peculiares, de gafas y de frutas del bosque entre otras cosas. Y así, la biología se encarnará, se meterá en nuestro día a día, y nuestro día a día se meterá en la biología. Y llegarán nuevos refuerzos para complementar lo que ya teníamos para ayudar a nuestros pacientes y a nosotros mismos. Y seremos un poquito revolucionarios y antisistema, porque lo haremos sin aumentar la dependencia de la industria farmacéutica, incluso idealmente contribuiremos a reducirla. Y al mismo tiempo estaremos ayudando a que los fármacos que prescribimos o tomamos y la psicoterapia que tanto valoramos funcionen mejor.  Y los profesionales veremos a nuestros pacientes de una forma aún más integral. Y unos y otros entenderemos por fin qué es eso de que somos lo que comemos y que a quien madruga Dios le ayuda. 



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