martes, 23 de mayo de 2017

De la miga a la corteza


"La mayoría de nuestras tensiones son inconscientes". La frase no está sacada de un tratado de psicología de orientación psicoanalítica, sino de los labios de Borja, mi profesor de yoga. Al inicio de una cualquiera de nuestras sesiones nos invitaba a centrar la atención en nuestro cuerpo durante esa hora y media, a poner premeditadamente conciencia en nuestro cuerpo como medio para contribuir a "disolver" algunas de esas tensiones. Experimento una sensación muy agradable cuando tengo la ocasión de contemplar cómo disciplinas teóricamente distantes dicen cosas muy parecidas.

Al trabajo para el crecimiento personal se puede acceder desde muy diversas puertas de entrada. Algunas disciplinas entran desde lo más racional, otras desde lo más emocional, otras desde lo más corporal... En esta ocasión, al igual que mi profesor de yoga, quería yo centrarme en las potencialidades del trabajo con el cuerpo para ayudarnos a trabajar con las capas más profundas de nuestro mundo interior. En concreto, quería hablaros de una técnica que encaja mucho con mi enfoque humanista e integral de entender el trabajo con la persona: el focusing.

Seguro que alguno ya está despotricando por el hecho de que la técnica lleve un nombre en inglés. Que si focusing, que si mindfulness, que si body mind centering... Bueno, traduzcamos la palabra:  focusing no significa más que "enfocar". ¿Enfocar qué? Poner el foco en las sensaciones corporales y, desde ahí, dejarse llevar por los vericuetos de nuestra persona (y de nuestro sistema nervioso central en último término) para acceder a información relevante sobre nosotros mismos. 

Como ya expliqué en aquel post anterior sobre los sueños, mucha de la información relevante sobre nosotros mismos permanece poco accesible a nuestra conciencia, como en la periferia de la misma. Al igual que los sueños son vías de expresión de ese material poco consciente, las sensaciones corporales pueden ser también un medio a través del cual la persona (como unidad cuerpo/mente que es) expresa alguna de las cosas que le pasan, pero de las que no termina de darse cuenta. Que nos lo pregunten a cualquiera ese día que tenemos una contractura en la espalda como un piano, curiosamente cuando estamos inmersos en una época de estrés laboral o personal a tope... ¡vaya que si entendemos esta conexión! El focusing trabaja con las sensaciones corporales para, a través de una metodología bastante definida que guía cada sesión, alcanzar un mayor grado de consciencia sobre lo que nos está sucediendo y de certeza sobre lo que queremos hacer con ello.

"¿Pero cómo se hace esto? No me lo termino de imaginar": eso mismo pensaba yo cuando empecé a acercarme a esta técnica. La metodología que guía cada sesión se compone de seis pasos concretos que su creador, Gendlin, dejó bien estructurados; pero yo os lo voy a contar de una forma un poco más resumida y general:

Al principio del proceso , hacemos lo que se llama "despejar un espacio", que no es ni más que menos que serenarnos y prepararnos para mirar lo que sucede en nuestro interior. Existen variantes según para qué queramos utilizar la sesión, pero normalmente pondremos delante de nosotros con la imaginación aquellos asuntos vitales que en el momento actual nos ocupan o preocupan. Una vez que hemos hecho este inventario, elegiremos uno de ellos para trabajarlo. Idealmente, más que aquel que racionalmente pensamos que es más importante, sería aquel que nuestro cuerpo elige. Esto suena raro, pero sonará algo menos raro si lo comparamos con esa situación en la que hacemos algo sin saber muy bien por qué; como cuando, por ejemplo, elegimos ir a un sitio y no a otro estas vacaciones o elegimos una película en lugar de otra sin muchos argumentos racionales, simplemente "porque me lo pide el cuerpo". El focusing se basa en la idea de que las intuiciones corporales encierran mucha sabiduría. Puede sonar romántico o esotérico, pero si tenemos en cuenta que las emociones tienen un fuerte componente corporal y que, como ya os he contado en otros post, el sistema emocional (con su componente corporal, límbico y cortical) está diseñado para ser una guía para la satisfacción de nuestras necesidades, la cosa pierde bastante esoterismo y empieza a sonar un poco más a ciencia, ¿no? Bueno, pues tras recuperar a los que se bajaban del autobús por falta de tinte científico, os sigo contando: 

Una vez que hemos elegido el asunto que queremos trabajar, al poner en él nuestra atención surgirá una sensación corporal (como sucede continuamente ante los estímulos normales de la vida, aunque no siempre nos demos cuenta); y probablemente surgirá en medio de un batiburrillo de pensamientos, emociones, diálogos internos..., pero nuestra tarea es afinar la atención sobre la sensación corporal que el asunto despierta, porque es la que vamos a seguir como si fuera el guía mejor reputado del mundo mundial. Para mí, éste es el paso más "mágico" (sabiendo que no hay nada de magia a lo Merlín) de todo el proceso. Cuando uno afina el oído de la atención para escuchar la sensación corporal, descubre un mundo nuevo, como cuando nos sumergimos con unas gafas de bucear y empezamos a ver un mundo rico y hermoso ahí debajo de la superficie marina. Descubrimos que la sensación corporal es cambiante, y que tiene textura, temperatura, forma, consistencia, ritmo... y todo un sinfín de cualidades. Se trata de observar estas cualidades de la sensación corporal, que nos ayudarán en el paso siguiente.

Lo siguiente que tenemos que hacer (y que suele surgir espontáneamente) es lo que llamamos buscar un "asidero". Un asidero no es más que una imagen, una palabra, un sonido, un gesto... algo que sirva para simbolizar la sensación sentida. ¿Ejemplos? "Una cámara de aire que me rodea", "un martillo en mi estómago", "un fuego que me quema por dentro"... Cualquier cosa que sirva para simbolizar la sensación sentida es bienvenido. No estamos haciendo otra cosa que transferir la información del cuerpo (con una alto nivel de contenido inconsciente) a la corteza cerebral, que es la que se encarga de otorgar significado a las cosas. El lenguaje, por ejemplo, no es más que un conjunto de símbolos para expresar contenido mental. Pero también lo es un dibujo, un gesto o una composición musical. Resulta que la expresión artística y el focusing tienen mucho en común...





La palabra asidero para este símbolo está muy bien pensada: a través de él, podemos empezar a hacernos más conscientes de algo que era poco consciente, podemos aprehender, atrapar un poco más algo que era resbaladizo a nuestra consciencia. Este paso sería algo así como pintar un cuadro y, tras contemplarlo un rato, ponerle un nombre.

Una vez que contamos con este asidero, empezamos a dialogar con la sensación ya un poco más etiquetada. Le preguntamos con qué tiene que ver de lo que sucede en nuestra vida, qué es lo peor de sentirse así, qué necesita la sensación... Por experiencia propia os diré que es alucinante comprobar como aquella sensación vaga del principio de la sesión se transforma en algo que nos dice mucho sobre alguna de las cosas que pasa en nuestra vida, y nos permite profundizar en ella. No pensemos que vamos a salir de la primera sesión con la solución al problema o asunto: esto no suele suceder de golpe, sino que los procesos personales, como la fermentación del pan, son algo lento, que requiere cariño, cuidado y paciencia. Pero lo que sí nos llevamos de cada sesión de focusing es cierta sensación de que algo "se afloja". Adquirir una consciencia más precisa de lo que nos pasa, aunque no tengamos la solución, produce cierta sensación de alivio. Sería como cuando se relaja la contractura de la espalda, pero a nivel mental.

Como os contaba, en el focusing pasamos por todos los niveles mentales. Entramos por el piso de la sensación corporal y vamos ascendiendo hasta los niveles más cognitivos (aunque en un proceso que no es completamente lineal, sino más bien circular o en espiral, porque vamos de lo corporal a lo cognitivo todo el tiempo, una y otra vez, como dictan los procesos de la buena inteligencia emocional). El focusing puede realizarse en soledad (autofocusing), aunque para empezar suele ser recomendable hacerlo con un terapeuta, o simplemente turnarse para hacerlo en parejas con otra persona que conozca la técnica, ya que todo es más fácil cuando tenemos a otra persona que nos guía a través de los seis pasos durante este apasionante viaje por nuestro mundo interior. 

En fin, que podemos empezar a comer un pan por donde más nos plazca, pero en el caso del focusing elegimos ir de la miga (lo que da cuerpo al pan) a la corteza. Bon appétit!