martes, 6 de octubre de 2015

Dile a tu capitán que solicito parlamento

Cuando uno se adentra, ya sea por razones personales, profesionales o académicas, en el mundo de la salud mental y todo lo que le rodea, hay un debate que pronto sale al encuentro, y es el que plantean los psicofármacos. Uno se encuentra de pronto inmerso en una especie de "guerra de salón" en la que algunos (muchos de ellos psicólogos) desprecian con desdén o hasta arremeten contra los fármacos como unas sustancias inservibles en el mejor de los casos o hasta perjudiciales en el peor de ellos, además de generadoras de dependencia ; y otros (muchos de ellos médicos) se enfurecen al pensar en el atraso que supone no usar unas sustancias que, gracias a los esfuerzos de investigación de décadas y décadas, pueden aliviar los males de quienes sufren por esas enfermedades que son concebidas por la medicina como una alteración en el sistema nervioso de las personas.

A mí personalmente, que me siento entre dos aguas en este mundo de la salud mental, el debate me parece un poco un despilfarro de energía, porque creo que es algo así como si nos planteáramos si la ensalada hay que aliñarla con aceite o con vinagre: pues mire, hay gente que sólo con aceite, hay quien solo con vinagre y mucha gente prefiere echarle los dos. Y es que si dejamos a un lado fundamentalismos y nos quitamos los yelmos profesionales que nos tapan las orejas y nos oprimen la mente, es posible que unos y otros podamos entendernos.

En lo que a mí respecta, conozco y comparto algunos de los argumentos de ambos "bandos". Estoy de acuerdo, por ejemplo, en que tomar un psicofármaco puede entrañar el riesgo de que se pase por encima de lo que la angustia, la tristeza o la pérdida de sentido de la realidad le puede estar diciendo a la persona sobre sí misma. Uno puede quedarse en el nivel de los neurotransmisores ("si la depresión es un problema con la gestión del neurotransmisor serotonina y me tomo una pastilla que regula los niveles de serotonina, se acabó la depresión") y no preocuparse por resolver, a otro nivel, la pérdida que se ha sufrido y que ha desencadenado ese desequilibrio en la serotonina. Esto es más tentador todavía en una sociedad que nos invita al absoluto confort, a no hacer esfuerzo alguno para superarnos o crecer como personas. "Si existen unas pastillas para adelgazar que me permiten seguir comiendo exactamente igual de insano que hasta ahora, mejor que mejor", no vaya a ser que nos veamos obligados a hacer un esfuerzo para cambiar nuestro ritmo de vida o nuestros hábitos por otros más saludables:


Así, es más sencillo tomarse una pastilla que haga el trabajo por mí que hacer yo un trabajo personal que me comprometa y puede que me saque del "sofá vital" en el que estoy apoltronado. 

También estoy de acuerdo en que la industria farmacéutica tiene golosísimos intereses en hacer pensar a todo el mundo que necesita un psicofármaco, y pone en marcha toda su maquinaria como lobby para psiquiatrizar cualquier malestar que la vida nos trae. Estar triste o nervioso puede ser perfectamente normal, un mecanismo para facilitar nuestra adaptación al medio, como ya vimos en otro post. El problema real viene cuando la cosa se va de madre y pasa a ser algo desadaptativo. Ahí es cuando hay que hacer "algo más". 

Y, compartiendo estos argumentos, también tengo la experiencia clínica de ver a personas con problemas de salud mental pasando por situaciones de mucho sufrimiento; con tanto dolor que no pueden ni siquiera retirar el esparadrapo para enseñar la herida; con tanta angustia que no pueden sentarse en una consulta a hablar de su dolor; con unas voces en su cabeza tan reales para sí mismos y tan amenazadoras como para paralizar completamente su vida; con tanta ansiedad como para no atreverse a salir de casa, y no llegar a una cita de terapia. En estos casos, creo que tener un fármaco y no darlo es como hacer caminar a pie hasta el hospital a alguien que acaba de romperse la pierna por tres sitios. Si nos ponemos naturistas y decimos que hay que optar sólo por lo natural, refinaré las palabras de uno de mis profesores del hospital Gregorio Marañón, cuando nos explicaba que no todo lo natural es bueno, porque "una patada en los testículos es algo muy natural" y no gusta precisamente. En el extremo contrario, tampoco me siento cómoda cuando contemplo a esas personas enlentecidas por un exceso de medicación: si un adolescente o un niño se tiene que quedar dormido de pura sobremedicación en clase para poder lidiar con su trastorno de hiperactividad, algo falla...

En fin, pese a esta nube de argumentos y contraargumentos, mi postura es clara, y sigo con el ejemplo de la pierna rota, en la que los psicofármacos serían el equivalente a una muleta: si te has hecho un torcedura leve, no te voy a dar una muleta, sino una tobillera si acaso, o a lo mejor nada de nada. Si te has roto una pierna, te voy a dar rehabilitación (que equivaldría a la psicoterapia) para que recuperes la función de la pierna; pero tendré que escayolarte un tiempo primero y darte una muleta para que puedas ir tirando, porque el proceso va a ser largo y necesitarás vivir mientras tanto, y cada vez que apoyas el pie te quieres morir. Y si no te la doy quizás ni siquiera puedas salir a la calle para ir al fisio. Eso sí, el trabajo importante en el sentido profundo y a largo plazo es la rehabilitación; porque su objetivo, al igual que debe ser el de la psicoterapia, es que la persona sea capaz de valerse por sí misma, de caminar sin muletas. Hay también personas que, por el problema que tienen, toda la vida tienen que caminar con una muleta: aceptemos también esta realidad; y, sobre todo, dejemos a la persona decidir cómo quiere caminar: si quiere cojear, si quiere ir con muleta, sin muleta, en carrito, o entrenarse para correr maratones aunque sea cojo. Pongamos a disposición de la persona todas las armas que tenemos para ofrecerle para su batalla personal contra los problemas de salud mental. Expliquémosle ventajas e inconvenientes y dejémosla decidir como persona libre que es. Y hagamos que se sienta acompañada en su decisión, porque es su vida lo que está en juego en todo caso.  

En fin, que, como en Piratas del Caribe, lo más sensato, antes de que un bando sentencie de muerte a otro, sería solicitar parlamento.


1 comentario:

  1. Como se suele decir actualmente: aproximación holística. Todo lo que beneficie al paciente y entre dentro de los medios disponibles pues bienvenido sea. Si un paciente no quiere farmacos o no quiere psicólogo pues se le explica los beneficios y perjuicios de cada uno y que el mismo elija, pues no solo es ya mayorcito sino que además si no le das lo que el quiere segurametne se cambie sin más de médico...

    Y en lo menos objetivo"sobre como actuar" y más en opinión personal: a mi me gusta la química y la ciencia con sus números y estadísticas. Me dio mucha pena cuando una muy buena amiga perdió casi dos años de su vida por no querer utilizar pastillas y empeñarse en arreglarlo de manera natural. Es su decisión, pero yo creo que perdió ( sufrió ) dos años de su vida.

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