Decía Freud que “la ilusión de tal cosa como la libertad psíquica [...] esto es anticientífico". Sin desmerecer los grandes aportes de Freud al pensamiento actual en general y a la psicoterapia en particular, demos gracias a los dioses porque, en un arranque de optimismo y positividad, surgió la psicología de corte humanista (y su correlato filosófico), que nos proporcionó un gran alivio al intentar trasmitirnos que se podía creer profundamente en el ser humano, que era un ser dotado de capacidad para decidir y que, encima, su tendencia natural es hacia el crecimiento personal y caminar siempre hacia "algo mejor" (pese a que todos tengamos ahora mismo a alguien o "álguienes" en mente que nos hacen dudar de este aserto). Pues sí, así de universalmente positivos eran estos señores humanistas. Y de esta sencilla base sacan todas sus teorías sobre qué es la salud psicológica y qué es la falta de la misma.
Lo que no podían imaginarse pensadores y
psicólogos como Carl Rogers, es
que el grupo de pop rock estadounidense de rabiosa actualidad "One
Republic" iba a hacer en 2013 una canción que tenía mucho que ver con sus
teorías de la salud y la falta de salud mental (y supongo que igual de poco
consciente es el susodicho grupo de esta coincidencia):
Para Carl Rogers, el origen
de la patología mental son aquellas cosas que las figuras significativas
presentes sobre todo en nuestros años más "mozos" (padres, otros
familiares, profesores o educadores y un amplio etcétera) nos transmitieron como
necesarias para ser aceptados por ellos. Así, alguien que sintió que para ser
aceptado por sus padres debía, por ejemplo, asumir como propia la idea de que
"las personas deben aspirar a ir a la universidad", podría
desarrollar mecanismos psicológicos para ahogar cualquier otra vocación
que no implicase el paso por la universidad; por ejemplo, la de ser mecánico,
actor o fotógrafo. Puede que años después nos encontremos a un abogado
deprimido o con actitudes agresivas en su puesto de trabajo, que sufre y que ni
siquiera sabe por qué está como está. Porque aquellas ideas grabadas a fuego y asumidas
como propias, pese a ir contra los aspiraciones verdaderas de la persona, son
difíciles de desmontar.
La persona que empieza a
hacer un proceso terapéutico o de crecimiento personal (sola o acompañada, que
para salir de estos atolladeros no siempre es necesario un terapeuta), se
encuentra diciéndose a sí misma, como en la canción, que últimamente ha
estado perdiendo el sueño soñando con las cosas que podría haber sido.
Esa persona ha comenzado a "desaprender" todo aquello que absorbió
como suyo, aunque iba en contra de sus sentimientos (¡qué seres tan delicados y
maleables son los niños!); es una persona que de pronto descubre que se siente tan
bien haciendo lo (supuestamente) incorrecto y que se siente tan mal
haciendo lo (supuestamente) correcto; que se sorprende y entra en crisis al caer en la cuenta de que todo lo que (supuestamente) me mata me hace sentir
vivo y que, pese a que le han enseñado que es bueno contar
dólares (o ser heterosexual, o buscar siempre estabilidad en su vida, o vestirse de una determinada manera, o ser una persona religiosa... o atea) , lo que él/ella quiere es contar estrellas. Para
llegar a ello hay que contactar con lo que sentimos realmente
(siento el amor y siento que quema), más allá de lo que sutil y
bienintencionadamente nos han hecho creer que es correcto sentir. El paso, a
veces, es doloroso, porque implica tomar ese dinero y mirarlo quemarse. No es fácil quemar la herencia recibida y las lecciones que aprendimos de los seres más queridos e
importantes para nosotros.
El día que te encuentres
cuestionando tus "cimientos", alégrate, porque estás en el camino del
crecimiento. Pero, ¿qué hace falta para llegar a un punto de conocimiento
personal como para ser consciente de estas "trampas" emocionales y
deshacerlas? O, aún mejor, ¿hay alguna forma de evitar que los niños lleguen a
aprender cosas que luego tendrán que "desaprender"? La respuesta, en
otro post, que me voy a contar estrellas.
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