sábado, 3 de junio de 2017

Ser un Stark y no morir en el intento

Las relaciones humanas son algo tan inherente a la vida como difícil de entender en profundidad. Todos formamos parte de diferentes grupos que forman algo así como nuestro "contexto humano". Es imposible entendernos como seres aislados. Nuestra historia es una historia "en relación con", con toda la riqueza y complejidad que la interacción supone:



                                                 
                           I think I love you from Xiya Lan on Vimeo.

Los grupos humanos a los que pertenecemos pueden ser tan pequeños como una pareja o tan grandes como la sociedad global. Y pertenecer a ellos marca, inevitablemente, quiénes somos.

Concebimos los grupos humanos como una entidad que existe por la confluencia de varias personas. Así, diríamos, por ejemplo, que una pareja es un grupo de dos; o que unos padres y sus dos hijos son un grupo de cuatro. Sin embargo, si nos ponemos unas gafas especiales que llamaremos "sistémicas", veremos que aquí las cuentas van de otra forma, y que en todo grupo humano hay, aparte de los elementos individuales que lo forman, uno más: la relación. ¿Y por qué considerar la relación como un elemento más? Porque, a poco que nos fijemos, veremos que es un elemento con vida propia, con características muy suyas en cada caso. No podemos definir a una pareja diciendo que es un grupo de dos sin más. Estaréis de acuerdo conmigo en que hay cierta diferencia entre estas dos parejas:





Entender los mecanismos que hacen que la relación dentro de un grupo humano (y concretamente de una familia o una pareja, que son los grupos que más a mano tenemos todos) funcione bien o mal, puede ser algo tan difícil como resolver los jeroglíficos de las mismísimas pirámides egipcias. Volver a cauces razonables relaciones que se han desbordado absolutamente puede exigir un esfuerzo más que titánico. Y lo primero (entender) es necesario para llegar a lo segundo (reparar).

Al igual que en otros post os hablaba de que cuando somos más conscientes de algo referido a nuestra forma de ser o funcionar hemos dado el primer paso para (si queremos) cambiarlo, lo mismo sucede con los grupos a los que pertenecemos: para cambiar una relación es de ayuda entender cómo está funcionando. Una forma de poner un poco de luz que nos permita comprender mejor los sistemas de relaciones en los que estamos inmersos es considerarlos como compuestos por tres elementos: dinámicas, estructuras y narrativas.

-Las dinámicas son los patrones de relación que se dan una y otra vez en la misma. Si recorremos la discografía de Pimpinela y consideramos todos sus diálogos como partes de una sola relación de pareja ficticia, podríamos sacar algunas conclusiones sobre ciertos patrones de comportamiento que están presentes de una manera constante; por ejemplo, los bucles de reproches y justificaciones se repiten más que la cebolla (he buscado unas cinco canciones, y cuatro de ellas van de lo mismo). Podríamos decir que ésta es una de las dinámicas de esta supuesta pareja. Habrá muchas más, claro está: qué hacen uno y otro cuando se sienten celosos, qué papel desempeñan él y ella en el cuidado de los hijos, qué sucede si la familia de uno o de otro quiere opinar sobre algún aspecto de la vida de pareja y un infinito etcétera. 

-La estructura sería como la foto fija que deriva de que las dinámicas se repitan una y otra vez. Sería algo así como plantearnos pintar un cuadro o hacer una escultura que represente la forma en que nos relacionamos en la pareja o en la familia. ¿Hay alguien en la pareja que ordena con el dedo en alto y otro que obedece? ¿Está toda la familia junta menos un miembro que está aislado en un rincón? ¿Hay pequeños grupos dentro de la familia? ¿Están estos grupos de espaldas unos a otros, o se miran?...

-Por último, las narrativas son las historias que explican lo que sucede en la familia, tanto actualmente como lo que sucedihistóricamente. Desde siempre los seres humanos hemos utilizado  historias para entender la realidad en la que vivimos:


Los mitos cumplen la función de explicarnos realidades que, por su complejidad, no alcanzamos a comprender. ¿Hay algo más complejo que nuestra propia vida o la vida de una familia/pareja. Es por eso que, como humanos, generamos narrativas (historias, al fin y al cabo) que nos permiten entender de dónde venimos y explicarnos quiénes hemos llegado a ser como persona o como familia. Así, por ejemplo, podemos encontrarnos con una pareja que decidió no tener hijos biológicos y adoptar uno.La historia en la que se inserta este hecho (la narrativa) podría ser, por ejemplo, que se conocieron trabajando en un entorno en el que había mucha pobreza y niños abandonados por sus padres, y es por ello que decidieron que preferían ser unos buenos padres para niños como aquellos.Las narrativas conectan un hecho con otros hechos de la vida, y le dan sentido. Sobre la base de las narrativas se van generando dinámicas, mandatos tácitos o explícitos, roles asignados a unos y otros miembros de manera no explícita (el que consuela a otros, el que ayuda, el que cuida de la madre, el crítico, el que equilibra el  ambiente, el cabeza de familia...) incluso una especie de "lemas de casa" a lo Juego de Tronos que rigen de forma más o menos desapercibida la vida familiar.





En todas las familias se van configurando con los años todos estos elementos que hacen que una familia sea esa familia y no otra; porque las narrativas influyen en las acciones y, por tanto, en las dinámicas y estructuras familiares que configuran el sistema.

Estas dinámicas y estructuras familiares están diseñadas para mantener la homeostasis en el sistema, es decir, para que la inercia lleve por defecto a que las cosas continúen como siempre han estado. Eso explica lo difícil que es cambiar las dinámicas de funcionamiento de una pareja o de una familia, incluso cuando todos los miembros saben que las cosas no van bien, que algo no funciona.

Y una vez que sabemos todo esto, ¿para qué sirve a nivel prácitco? ¿qué podemos hacer? Cuando las cosas se van absolutamente de las manos en una pareja o una familia, con frecuencia tiene sentido contar con la ayuda de un terapeuta profesional. Sin embargo, conocer y tener en cuenta todos estos aspectos puede ser de utilidad para reconducir las cosas, e incluso para prevenir, para evitar que las cosas se enmarañen tanto como para llegar a ese punto de necesitar ayuda externa. 

Para ello, algunas de estas cuestiones pueden resultarnos útiles: ¿qué dinámicas hay en mi vida de familia/pareja, cuáles son los temas recurrentes en nuestra "discografía"? ¿Cuáles de esas dinámicas me parecen saludables y cuáles no, cuáles me hacen sentir bien y cuáles mal? ¿Qué papel tengo yo dentro de esa dinámica, cumplo alguna función que la mantiene? ¿Me satisface ese papel, es un papel elegido o me lo han/he impuesto? ¿Quiero seguir desempeñándolo?¿Cuál es el papel que a mí me gustaría desempeñar? ¿Cuál sería el "lema" de mi familia/pareja? ¿Me identifico con él o me genera rechazo?

Pero, ¿y si mi familia o mi pareja no quiere cambios? Es cierto que las dinámicas/estructuras/narrativas familiares o de pareja son de la familia o de la pareja, y cambiarlas exige la participación de la familia o la pareja en su conjunto. Sin embargo, incluso aunque la familia o pareja no quiera participar en estos cambios, la persona individual siempre tiene la opción de posicionarse frente a ellas: decidir seguir haciendo su papel, seguir retroalimentando las dinámicas y ejecutando los mandatos; o tomar una posición diferente, o incluso alejarse/romper (temporal o definitivamente) con un sistema que le resulta dañino o que no le deja crecer como persona. Eso sí, aviso a navegantes: la homeostasis del sistema caerá con todo su peso ante quien ose intentar alterarlo. Aprovechando que "Juego de Tronos" puede considerarse ya una referencia bastante global en nuestro entorno social, imaginaros que un Lanister decidiera pasarse al bando Stark... alguna que otra cabeza rodaría (excusa más que suficiente para la presta pluma de George R.R. Martin). Y es que cambiar algo dentro de un sistema familiar o de pareja nunca es fácil, como dicta el principio homeostático de la terapia sistémica; sin embargo, otro de ellos dice que el cambio en uno de sus elementos provoca cambios en todo el sistema. No somos, por tanto, totalmente dependientes del sistema a la hora de plantearnos que algo cambie en él o cómo queremos que nos afecte.

En resumen, cuestionarse en qué sistemas y de qué manera se encuentra uno inserto es una tarea ardua y muy necesaria. Cambiar dinámicas y estructuras o posicionarse ante ellas puede ser más que necesario en muchas ocasiones y es, sin duda, una tarea sólo apta para la versión más valiente de nosotros mismos. Y es que, a escala macro y a escala micro, cuando un sistema está enfermo lo suyo es plantearse un reset. 

martes, 23 de mayo de 2017

De la miga a la corteza


"La mayoría de nuestras tensiones son inconscientes". La frase no está sacada de un tratado de psicología de orientación psicoanalítica, sino de los labios de Borja, mi profesor de yoga. Al inicio de una cualquiera de nuestras sesiones nos invitaba a centrar la atención en nuestro cuerpo durante esa hora y media, a poner premeditadamente conciencia en nuestro cuerpo como medio para contribuir a "disolver" algunas de esas tensiones. Experimento una sensación muy agradable cuando tengo la ocasión de contemplar cómo disciplinas teóricamente distantes dicen cosas muy parecidas.

Al trabajo para el crecimiento personal se puede acceder desde muy diversas puertas de entrada. Algunas disciplinas entran desde lo más racional, otras desde lo más emocional, otras desde lo más corporal... En esta ocasión, al igual que mi profesor de yoga, quería yo centrarme en las potencialidades del trabajo con el cuerpo para ayudarnos a trabajar con las capas más profundas de nuestro mundo interior. En concreto, quería hablaros de una técnica que encaja mucho con mi enfoque humanista e integral de entender el trabajo con la persona: el focusing.

Seguro que alguno ya está despotricando por el hecho de que la técnica lleve un nombre en inglés. Que si focusing, que si mindfulness, que si body mind centering... Bueno, traduzcamos la palabra:  focusing no significa más que "enfocar". ¿Enfocar qué? Poner el foco en las sensaciones corporales y, desde ahí, dejarse llevar por los vericuetos de nuestra persona (y de nuestro sistema nervioso central en último término) para acceder a información relevante sobre nosotros mismos. 

Como ya expliqué en aquel post anterior sobre los sueños, mucha de la información relevante sobre nosotros mismos permanece poco accesible a nuestra conciencia, como en la periferia de la misma. Al igual que los sueños son vías de expresión de ese material poco consciente, las sensaciones corporales pueden ser también un medio a través del cual la persona (como unidad cuerpo/mente que es) expresa alguna de las cosas que le pasan, pero de las que no termina de darse cuenta. Que nos lo pregunten a cualquiera ese día que tenemos una contractura en la espalda como un piano, curiosamente cuando estamos inmersos en una época de estrés laboral o personal a tope... ¡vaya que si entendemos esta conexión! El focusing trabaja con las sensaciones corporales para, a través de una metodología bastante definida que guía cada sesión, alcanzar un mayor grado de consciencia sobre lo que nos está sucediendo y de certeza sobre lo que queremos hacer con ello.

"¿Pero cómo se hace esto? No me lo termino de imaginar": eso mismo pensaba yo cuando empecé a acercarme a esta técnica. La metodología que guía cada sesión se compone de seis pasos concretos que su creador, Gendlin, dejó bien estructurados; pero yo os lo voy a contar de una forma un poco más resumida y general:

Al principio del proceso , hacemos lo que se llama "despejar un espacio", que no es ni más que menos que serenarnos y prepararnos para mirar lo que sucede en nuestro interior. Existen variantes según para qué queramos utilizar la sesión, pero normalmente pondremos delante de nosotros con la imaginación aquellos asuntos vitales que en el momento actual nos ocupan o preocupan. Una vez que hemos hecho este inventario, elegiremos uno de ellos para trabajarlo. Idealmente, más que aquel que racionalmente pensamos que es más importante, sería aquel que nuestro cuerpo elige. Esto suena raro, pero sonará algo menos raro si lo comparamos con esa situación en la que hacemos algo sin saber muy bien por qué; como cuando, por ejemplo, elegimos ir a un sitio y no a otro estas vacaciones o elegimos una película en lugar de otra sin muchos argumentos racionales, simplemente "porque me lo pide el cuerpo". El focusing se basa en la idea de que las intuiciones corporales encierran mucha sabiduría. Puede sonar romántico o esotérico, pero si tenemos en cuenta que las emociones tienen un fuerte componente corporal y que, como ya os he contado en otros post, el sistema emocional (con su componente corporal, límbico y cortical) está diseñado para ser una guía para la satisfacción de nuestras necesidades, la cosa pierde bastante esoterismo y empieza a sonar un poco más a ciencia, ¿no? Bueno, pues tras recuperar a los que se bajaban del autobús por falta de tinte científico, os sigo contando: 

Una vez que hemos elegido el asunto que queremos trabajar, al poner en él nuestra atención surgirá una sensación corporal (como sucede continuamente ante los estímulos normales de la vida, aunque no siempre nos demos cuenta); y probablemente surgirá en medio de un batiburrillo de pensamientos, emociones, diálogos internos..., pero nuestra tarea es afinar la atención sobre la sensación corporal que el asunto despierta, porque es la que vamos a seguir como si fuera el guía mejor reputado del mundo mundial. Para mí, éste es el paso más "mágico" (sabiendo que no hay nada de magia a lo Merlín) de todo el proceso. Cuando uno afina el oído de la atención para escuchar la sensación corporal, descubre un mundo nuevo, como cuando nos sumergimos con unas gafas de bucear y empezamos a ver un mundo rico y hermoso ahí debajo de la superficie marina. Descubrimos que la sensación corporal es cambiante, y que tiene textura, temperatura, forma, consistencia, ritmo... y todo un sinfín de cualidades. Se trata de observar estas cualidades de la sensación corporal, que nos ayudarán en el paso siguiente.

Lo siguiente que tenemos que hacer (y que suele surgir espontáneamente) es lo que llamamos buscar un "asidero". Un asidero no es más que una imagen, una palabra, un sonido, un gesto... algo que sirva para simbolizar la sensación sentida. ¿Ejemplos? "Una cámara de aire que me rodea", "un martillo en mi estómago", "un fuego que me quema por dentro"... Cualquier cosa que sirva para simbolizar la sensación sentida es bienvenido. No estamos haciendo otra cosa que transferir la información del cuerpo (con una alto nivel de contenido inconsciente) a la corteza cerebral, que es la que se encarga de otorgar significado a las cosas. El lenguaje, por ejemplo, no es más que un conjunto de símbolos para expresar contenido mental. Pero también lo es un dibujo, un gesto o una composición musical. Resulta que la expresión artística y el focusing tienen mucho en común...





La palabra asidero para este símbolo está muy bien pensada: a través de él, podemos empezar a hacernos más conscientes de algo que era poco consciente, podemos aprehender, atrapar un poco más algo que era resbaladizo a nuestra consciencia. Este paso sería algo así como pintar un cuadro y, tras contemplarlo un rato, ponerle un nombre.

Una vez que contamos con este asidero, empezamos a dialogar con la sensación ya un poco más etiquetada. Le preguntamos con qué tiene que ver de lo que sucede en nuestra vida, qué es lo peor de sentirse así, qué necesita la sensación... Por experiencia propia os diré que es alucinante comprobar como aquella sensación vaga del principio de la sesión se transforma en algo que nos dice mucho sobre alguna de las cosas que pasa en nuestra vida, y nos permite profundizar en ella. No pensemos que vamos a salir de la primera sesión con la solución al problema o asunto: esto no suele suceder de golpe, sino que los procesos personales, como la fermentación del pan, son algo lento, que requiere cariño, cuidado y paciencia. Pero lo que sí nos llevamos de cada sesión de focusing es cierta sensación de que algo "se afloja". Adquirir una consciencia más precisa de lo que nos pasa, aunque no tengamos la solución, produce cierta sensación de alivio. Sería como cuando se relaja la contractura de la espalda, pero a nivel mental.

Como os contaba, en el focusing pasamos por todos los niveles mentales. Entramos por el piso de la sensación corporal y vamos ascendiendo hasta los niveles más cognitivos (aunque en un proceso que no es completamente lineal, sino más bien circular o en espiral, porque vamos de lo corporal a lo cognitivo todo el tiempo, una y otra vez, como dictan los procesos de la buena inteligencia emocional). El focusing puede realizarse en soledad (autofocusing), aunque para empezar suele ser recomendable hacerlo con un terapeuta, o simplemente turnarse para hacerlo en parejas con otra persona que conozca la técnica, ya que todo es más fácil cuando tenemos a otra persona que nos guía a través de los seis pasos durante este apasionante viaje por nuestro mundo interior. 

En fin, que podemos empezar a comer un pan por donde más nos plazca, pero en el caso del focusing elegimos ir de la miga (lo que da cuerpo al pan) a la corteza. Bon appétit!

martes, 14 de febrero de 2017

Silencio, se sueña

Cuando pensamos en los sueños y en lo que pueden decirnos acerca de nosotros mismos es inevitable, gracias a la poderosa educación informal que ejerce sobre nosotros el cine, que nos venga a la mente un señor o señora tumbado en diván que relata lo que ha soñado, y otro señor muy serio que interpreta lo que, sin lugar a dudas, el sueño quiere decir. Seguro que muchos también hemos curioseado alguna vez alguno de esos libros de divulgación de puesto callejero de segunda mano en los que, como si de un diccionario se tratara, te explican qué significa soñar con que se te caigan los dientes, estar mudo o poder volar. No nos lo acabamos de creer, pero lo curioseamos por si acaso, porque de alguna forma nos atrae resolver el enigma que encierra algo tan envuelto en misterio como es el contenido de los sueños. Lo onírico atrae; por su extrañeza, porque es algo que escapa a nuestro control y porque de algún modo intuimos que, siendo extraños por naturaleza, están empapados de cosas nuestras, algo tienen que ver con nosotros.


Un alternativa  a que un libro o un señor nos digan por qué soñamos los que soñamos es que sea el propio soñador quien descifre lo que el sueño le dice sobre sí mismo: ésta es, precisamente, la esencia del trabajo que la Gestalt hace con los sueños. Desde la perspectiva gestáltica, todos los elementos que aparecen en un sueño son partes de la persona que está soñando. Así, es como si cada noche la persona que sueña produjera una película para ser disfrutada (o sufrida, si es una pesadilla) en pase privado por el propio soñador. Y ese soñador, además de productor, es director, actor camaleónico capaz de representar todos los papeles, atrezzo, música, iluminación... Todo, absolutamente todo lo que aparece en el sueño son "partes" del soñador. Es por ello que nadie mejor que el artífice de la película para llegar a entender en toda su plenitud qué pinta cada uno de esos elementos en ella. El soñador es el único capacitado para poner el sello "certified" a las afirmaciones sobre lo que un sueño quiere o no quiere decir. Muy en línea con todo lo que huele a terapia humanista, la persona es la que más sabe sobre sí misma.


Entonces, ¿de qué manera nos hablan nuestros sueños sobre nosotros mismos? La verdad es que es un material que da mucho, pero que mucho juego en la exploración personal. Un solo sueño (o una secuencia corta de un sueño) suele contener varios elementos que serían como puertas para acceder a aspectos profundos de uno mismo, incluso aunque esos elementos con frecuencia puedan resultarnos extraños o ajenos. Puede que sueñes que pierdes en una carrera de caballos para la que llevabas mucho tiempo entrenando, cuando nunca en tu vida te has subido a un caballo. La carrera, los caballos, incluso la pista (que a lo mejor era resbaladiza porque hacía mal tiempo, por ejemplo) son partes tuyas que se ponen en juego para producir esta película que va sobre ti mismo, sobre tu vida. Quizás la sensación que te quedaba en el sueño al perder la carrera es una sensación que te resulta familiar. Quizás es la misma sensación de fracaso que tuviste cuando, en la vida real, suspendiste aquella oposición porque te preguntaron justo ese tema "resbaladizo" que nunca conseguías retener. Quizás en este momento de tu vida tienes la misma sensación de fracaso injusto tras un gran esfuerzo en otra circunstancia completamente diferente. Voila! Ahí puede haber un insight de los buenos, de los que te llevan a aprehender (atrapar) algo sobre ti mismo, a darte cuenta. Y aquello de lo que uno se da cuenta (se hace consciente) no vamos a decir que se solucione instantáneamente, pero de alguna manera pasa a estar integrado, y pierde potestad para manejar nuestra vida a su antojo (que es el pasatiempo favorito de las cosas de las que no somos conscientes).

                             

Pero, ¿por qué tenemos esa manía retorcida de contarnos a nosotros mismos las cosas a través de sueños más o menos bizarros si son partes de nosotros mismos? La clave está en que las cosas que nos contamos a través de sueños son cosas que nuestra mente considera demasiado peligrosas o amenazantes (o vergonzosas, o dolorosas, o...) para ponernos delante de ellas directamente. Al mismo tiempo, la mente necesita gestionar todas esas cosas que nos revolotean por dentro; así que decide "disfrazarlas" de tal modo que puede darle salida a un plato que, servido en el lenguaje del común de los despiertos, seríamos incapaces de digerir. La mente necesita llamar nuestra atención sobre lo que anda descolocado, pero es lo suficientemente sabia como para no arrojarnos nuestra verdad como quien manda a un elefante a una cacharrería. Por eso puede ser un recurso interesante en algunos casos bucear en los sueños de la mano de un terapeuta. Sería algo así como bucear con alguien que nos da seguridad por si aparecen monstruos marinos, y que además tiene una linterna potente con la que puede sugerirnos qué corrientes seguir en la exploración y cuáles quizás nos lleven a un buen arrecife, así como ayudarnos a sacar nuestras mejores capacidades como buceadores. Los sueños tienen, además, la ventaja de ser algo que se escapa a nuestro control, por lo que es fácil que en un sueño salgan nudos existenciales que la persona insconscientemente evita enfrentar cuando está despierta. Para un proceso terapéutico (o de crecimiento personal) esto es bocato di cardinale.

Los sueños son una llave más para abrir puertas que nos lleven a nuestro interior, una herramienta de las decenas de ellas disponibles para conocernos mejor. Son una producción constante, noche a noche, de información simbólica sobre lo que se mueve en nuestras entrañas en este preciso momento existencial de nuestras vidas. Cada noche, una oportunidad. Cada noche, claqueta en mano, te susurras al oído: "Silencio, se sueña".