domingo, 14 de febrero de 2016

Cinco al día... para la mente

No hace tanto que el deporte como hábito saludable llegó a nuestra conciencia colectiva como sociedad. Quien, pasada la treintena, pueda decir que su abuela era una mujer deportista, probablemente atraiga la curiosidad de los que escuchan, y algún que otro: "¡Anda, qué moderna tu abuela!". Hoy quien no hace ejercicio de algún modo agacha la cabeza al confesarlo, y suele terminar la frase con un "Soy un desastre...". Por no hablar de la horda de runners que pueblan nuestras calles en los últimos años... Así también, quien más quien menos crítica la comida basura, y no permitiría a sus hijos comer a diario en el Burger. Son pocas ya las personas que no se lavan los dientes al menos una vez al día. Y se nos metió también en la cabeza aquello de la manita de colores que nos indicaba que había que tomar cinco piezas de fruta y verdura al día; y aunque pocos lo cumplan a rajatabla, todo el mundo mira con cierta admiración a ese amigo súper-sano que (¡oh, proeza!) sí lo hace.
                                 

Tenemos claro que queremos para nosotros ciertos hábitos saludables, porque nos gustaría estar más sanos. Otra cosa es el empeño que luego ponga cada uno en cuidarse, pero estas cosas básicas la mayoría las tenemos claras. Y es que son cosas para cuidar el cuerpo, para enfermar menos: todo el que se quiera mínimamente se preocupará por lo menos lo justo de velar por su propia salud.

¿Y la mente? ¿Cómo se cuida la mente? Si existiera un "cinco al día" para la mente, ¿no estaríamos interesados en saber de qué va para ponerlo en práctica? Si miramos lo que la OMS nos dice como elementos importantes para la promoción de la salud mental, con su mentalidad "macro" nos habla de la importancia de que ciertos factores sociales estén adecuadamente ajustados (empleo aceptable, vivienda digna, minimización del conflicto y la violencia, etc.), de los lazos afectivos y las relaciones, y de la resiliencia (que tiene que ver con la capacidad de las personas para recuperarse de las situaciones de crisis). 

En oriente hace muchos millones de años que tienen clara cuál es una de esas cosas que está en su top five de la salud y el bienestar; y parece que occidente, viendo que a nuestros vecinos del otro lado del globo les va la mar de bien, está empezando a incluirlo como uno de esos "cinco deditos". Me refiero, como muchos habréis adivinado ya, a la meditación. Durante años lo de meditar ha sonado a budistas y a hippies esotéricos; pero, de un tiempo a esta parte, los señores científicos se han puesto a investigar muy en serio y resulta que meditar... ¡es la bomba!  Ha resultado ser como el Áloe Vera (o Julián Muñoz, como decía el chiste popular), que cuanto más se investiga más propiedades se le descubren. Estos señores científicos se han puesto a llenar de cables las afeitadas cabezas de un montón de monjes tibetanos y de otros muchos incautos voluntarios, y han descubierto que lo que dicen los aparatejos es que meditar unos pocos minutos al día mejora la salud física y mental de las personas. ¿Por qué? Pues porque mientras meditamos se activan ciertas zonas del cerebro y eso resulta beneficioso para su funcionamiento. Por ejemplo la ínsula (que es la encargada de informarnos de nuestra sensación de felicidad global), la región frontal (que, como os contaba en el anterior post, es la que armoniza el funcionamiento de los tres cerebros), el núcleo accumbens (encargado de la sensación de placer y satisfacción) o los circuitos relacionados con la capacidad de mantener la atención, entre otros. Pero la cosa va más allá, porque hay determinadas estructuras neuronales que conectan el cerebro con el resto del cuerpo, y es por eso que el estado de nuestra mente influye en cómo se encuentra nuestro cuerpo. Increíble pero cierto: la meditación ha demostrado, por ejemplo, mejorar el funcionamiento del sistema inmunológico (que es el que nos defiende frente a las infecciones y los tumores, y regula que no aparezcan enfermedades autoinmunes). Y yendo mas allá todavía, hay estudios que empiezan a demostrar que la práctica de la meditación aumenta la capacidad para actuar generosa y solidariamente frente al sufrimiento ajeno. Resulta que, muchos siglos después y por caminos diferentes, oriente y occidente, Harvard y el Tibet, por fin se encuentran, llegan a las mismas conclusiones.




Lo que el Profesor Richard Davidson nos explica en este vídeo es cómo las investigaciones en neurociencia nos hablan de la importancia de la neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro de cambiar, de generar nuevos circuitos neuronales en repuesta a la experiencia y al entrenamiento específico de la mente. Esto es muy revolucionario porque tiene claras consecuencias prácticas: ¡nuestro cerebro tiene capacidad para cambiar! (de ahí también que la psicoterapia tenga rigor y sentido científico...). También nos explica que hay cuatro aspectos que la neurociencia ha validado empíricamente como elementos que contribuyen a la sensación de bienestar de las personas: resiliencia, capacidad para ver el lado positivo de las cosas, capacidad para mantener la atención en el momento presente y generosidad (siendo ésta última en la que la neurociencia encuentra una asociación mas fuerte, según nos cuenta Davidson). Y, curiosamente, la práctica de la meditación favorece el funcionamiento de los circuitos neuronales implicados en estas cuatro cosas. ¡¿Quién no se apunta?!

Pero, ¿qué es meditar? Hay muchas formas de meditar. Muchas tradiciones religiosas lo han hecho desde tiempos inmemoriales. La novedad es que ahora occidente, después de escuchar a su diosa ciencia, también parece estar interesada en hacerlo. Sin embargo, nos encontramos con una sociedad secularizada, poco religiosa. De ahí el nacimiento del mindfulness, palabreja que seguro que más de uno ha oído. Coge la clásica meditación zen, ponle un nombre en inglés y despójala de su contenido religioso y tendrás un producto mucho más digerible para la sociedad occidental. La ciencia dice que ocho semanas de mindfulness a razón de unos pocos minutos diarios seis de siete días por semana bastan para empezar a obtener beneficios observables. 

http://www.samfyc.es/Revista/PDF/v14n2/v14n2_07_artRevision.pdf

Ojo con la noticia: si te decides a hacerlo, obtendrás beneficios en un plazo tan breve como dos meses: empiezan a disminuir los niveles de ansiedad, a mejorar el sueño, el estado de ánimo, la capacidad para recuperarse de los problemas, la capacidad de concentración y de atención... Oro molido, vaya.

En definitiva, no nos extrañe que en poco tiempo, y ojalá que así sea, los profesionales sanitarios empiecen a recomendar la meditación con la misma vehemencia con la que nos recomiendan comer verdura, dejar de fumar, hacer ejercicio o cuidar nuestro sueño. La responsabilidad personal sobre el  autocuidado de nuestra propia salud mental (o mas bien de nuestra unidad cuerpo/mente) está servida.

Por si alguien siente curiosidad, y quiere tomar un aperitivo de esta panacea del bienestar, os dejo un enlace a un audio que puede ser útil como primer acercamiento, cortesía de la psicóloga Yolanda Calvo, que tiene un canal de Youtube dedicado al mindfulness:




A los políglotas os recomiendo los audios del Dr. Kabat-Zinn, uno de los mayores impulsores de la práctica del mindfulness.

Así que, hala, todo el mundo a meditar como si no hubiera un mañana. Y es que a la vista de sus ventajas, no puedo más que vocear, cual vendedor ambulante convencido de la calidad de su género: "¡Señora,  traigo la meditación buena, bonita y barata! ¡Anímese, que me la quitan de las manos, caballero, me la quitan de las manos...!"